Si de algo podemos estar orgullosos los portugueses es de tener un país que merece la pena recorrer y explorar.
A veces necesitamos oírlo de fuera para que nos recuerden una vez más lo maravilloso y culturalmente diverso que es nuestro país.
El enoturismo es una expresión de esta diversidad y de lo bien que sienta recorrer el país en busca de nuevas sensaciones, aromas y sabores. Porque un enoturista no es un mero consumidor de vino, sino un entusiasta de la producción y de la cultura asociadas al propio vino.

Es para aquellos que comparten esta pasión que hemos abierto las puertas de nuestra finca al enoturismo. De hecho, vivir en Raza es un privilegio demasiado grande para no compartirlo.
Y es fácil entender por qué. Se trata de una finca situada en una región de pendientes suaves y luminosas, rodeada de montañas y atravesada por el Tâmega. Los campos y los viñedos son un fiel reflejo del cuidado con que los trabajan los vecinos que los conocen desde hace muchas generaciones, desde hace muchas vendimias.
Es una sensación acogedora para el alma estar aquí y un gran placer compartir todo esto, nuestra historia, el fruto de nuestro trabajo, con todos aquellos que nos visitan.